6G: la nueva carrera por el control del aire

Promete velocidades de un terabit por segundo, cobertura global satelital y redes inteligentes. Pero también plantea dilemas urgentes sobre privacidad, soberanía tecnológica y equidad digital.

SOCIAL

GloCal

En el último Mobile World Congress de Barcelona, la industria global de telecomunicaciones mostró sus cartas: el 6G ya no es ciencia ficción. Las pruebas de Ericsson alcanzaron velocidades de 3 Gbps, con objetivos que trepan al insólito terabit por segundo (1 Tbps). El salto no es sólo cuantitativo: la sexta generación de redes promete convertir el aire en una autopista invisible de datos en tiempo real.

China lanzó su primer satélite experimental, Corea del Sur avanza en nodos de IA distribuida, y en Estados Unidos, la administración Biden declaró al 6G una "cuestión estratégica". El reloj corre: Europa, según Vodafone y Orange, podría quedar rezagada si no libera el espectro de 6 GHz que exige esta nueva arquitectura. El horizonte temporal parece claro: 2030 como fecha probable para su despliegue masivo.

¿Qué cambia con el 6G?

Más que una evolución, el 6G plantea una transformación estructural. La baja latencia (por debajo de 0,1 ms), la inteligencia artificial integrada en la red y la conectividad satelital permanente abrirán puertas inéditas para sectores como la telemedicina, los vehículos autónomos, la industria 4.0 y la educación inmersiva.

Las aplicaciones holográficas, la traducción simultánea universal, el monitoreo ambiental global y el sensado remoto de precisión son apenas una muestra del catálogo que podría emerger. Incluso se habla de que el 6G permitirá redes energéticamente más eficientes, algo clave en un planeta en emergencia climática.

Las sombras de la hiperconectividad

Pero no todo es promesa. El salto tecnológico también plantea interrogantes profundos. ¿Qué pasa con la privacidad en redes donde cada objeto emite, recibe y aprende? ¿Qué poder tendrán los Estados y corporaciones sobre estos flujos de datos? ¿Y qué pasará con los millones que aún no accedieron al 4G o al 5G?

La brecha digital puede profundizarse si no se diseñan políticas de acceso equitativo. El riesgo de vigilancia masiva o de uso militar encubierto de estas infraestructuras también es real. Como advirtieron desde la FCC norteamericana, esta revolución no debe ser sólo técnica, sino también ética y democrática.

En un mundo donde el control del espectro define tanto el comercio como la soberanía, la carrera por el 6G no será solo por más velocidad. Será por el poder de definir cómo –y para quién– se construye el futuro digital.