Competitividad con identidad cordobesa
Desde el Centro Tecnológico de Arteaga, el ciclo Rompecabezas explora cómo Córdoba forja su modelo de competitividad industrial. Una historia de productividad, talento y vinculación tecnológica que revela la fuerza de una provincia que aprendió a innovar desde sus fábricas. Podes ver la entrevista completa en YouTube
INDUSTRIA
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La fábrica como territorio del conocimiento
El Cr. César Galfione, presidente del Centro Tecnológico de Arteaga (CTDA), recibe a Rompecabezas con una idea que condensa la visión industrial cordobesa: “la competitividad se logra puertas adentro de la fábrica”. Esa frase, tan simple como profunda, explica por qué Córdoba logró sostener una identidad productiva a pesar de los vaivenes macroeconómicos.
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El CTDA, creado hace 15 años por la Cámara de Industriales Metalúrgicos y de Componentes de Córdoba (CIMCC), nació de una convicción: la productividad no se defiende solo con discursos, sino con tecnología, capacitación y vinculación. Hoy, esa visión se materializa en un ecosistema de servicios que acompaña a las PyMEs hacia la digitalización y la innovación aplicada.
De la macro a la microcompetitividad
Para Galfione, la discusión sobre la competitividad argentina no puede quedarse en los grandes números. “Más allá de la macroeconomía, el desafío está en la meso y la microcompetitividad”, explica. Es decir, en cómo cada empresa logra mejorar sus procesos, capacitar a su gente y sostener su productividad en contextos cambiantes.
Esa mirada territorial —centrada en la fábrica, en los talleres y en el talento humano— distingue a la industria cordobesa. En sus palabras: “El metalúrgico cuida dos grandes activos: sus recursos humanos y su tecnología”. La fórmula del desarrollo local se construye así, entre fierros y conocimiento, entre innovación y cultura del trabajo.
Un triángulo que se ensambla
El CTDA se apoya en tres pilares: vinculación tecnológica, capacitación e innovación y desarrollo. Cada proyecto que atraviesa el centro busca unir estos vértices del triángulo productivo —empresa, conocimiento y Estado— que tantas veces se menciona y tan pocas veces se concreta.
Galfione sostiene que la ecuación “I+D+i” necesita completarse con un signo igual: “ese igual tiene que ser vincular”. Es decir, conectar la investigación con la producción, las universidades con las PyMEs, la política industrial con el territorio. Esa es la fórmula cordobesa para transformar ideas en valor.
Caminar entre líneas amarillas
En el CTDA, “caminar los senderos entre líneas amarillas” no es solo una cuestión de seguridad industrial: es una metáfora del trabajo compartido. Los equipos técnicos recorren las fábricas junto a los empresarios para detectar necesidades, diseñar soluciones y acompañar procesos de innovación desde adentro.
Esa práctica de campo convierte a la vinculación tecnológica en un acto de cercanía: escuchar, medir, ajustar. No hay competitividad sin presencia en el territorio, sin diálogo entre quienes producen y quienes generan conocimiento.
Una Córdoba que piensa en largo plazo
El modelo que propone el CTDA no busca solo modernizar procesos, sino crear condiciones de sostenibilidad industrial. Córdoba entendió que la competitividad no se impone: se cultiva. Y ese cultivo tiene raíces en la educación técnica, en el trabajo asociativo y en la cooperación público-privada.
En palabras de Galfione, el desafío no es solo fabricar más, sino producir mejor, con calidad internacional y con identidad local. Porque, como resume el espíritu del centro: “Los sueños con las manos en los fierros son sueños de acero”.
