Cronología de la turbulencia

La crisis cambiaria de septiembre expuso la fragilidad de las reservas argentinas y la dependencia de financiamiento externo. Entre ventas masivas del Banco Central y negociaciones con Estados Unidos, el Gobierno busca atravesar un escenario de incertidumbre hasta las elecciones de octubre.

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El último tramo de septiembre encontró al gobierno de Javier Milei atrapado en una tormenta monetaria. La presión sobre el tipo de cambio se aceleró cuando inversores y ahorristas comenzaron a demandar dólares en volúmenes difíciles de contener. El Banco Central reaccionó con un movimiento brusco: en apenas tres días sacrificó más de mil millones de dólares para frenar la corrida.

La estrategia defensiva mostró sus límites rápidamente. Analistas privados señalaron que las reservas netas ya estaban en terreno delicado y que la venta masiva de divisas profundizaba el problema. La tensión se amplificó en los mercados financieros: aumentó el riesgo país y los bonos argentinos volvieron a caer, reflejando dudas sobre la sostenibilidad del esquema.

El Ejecutivo respondió con un giro regulatorio. Reimplantó restricciones que buscaban cortar el arbitraje entre el mercado oficial y los dólares financieros. El mensaje fue claro: sostener el valor del peso, aunque sea a costa de nuevos cepos temporales. La medida buscó contener la sangría de reservas y calmar expectativas al menos hasta los comicios legislativos de octubre.

El episodio coincidió con un punto alto de la agenda internacional. En Nueva York, Milei estrechó su alineamiento con Donald Trump y anunció que Estados Unidos estaba dispuesto a asistir a la Argentina con un paquete de emergencia. La propuesta incluye un swap del Tesoro por unos veinte mil millones de dólares y la eventual compra de deuda soberana. Aunque aún no se conocen los términos legales, la señal política fue contundente y aportó un respiro transitorio a los mercados.

Sin embargo, el alivio no borra las tensiones de fondo. La economía argentina enfrenta el desafío de recomponer reservas, consolidar un sendero cambiario sostenible y reducir la vulnerabilidad a shocks externos. El “puente a octubre” descansa en financiamiento extraordinario y en regulaciones provisorias, pero lo que está en juego trasciende el calendario electoral.

En perspectiva, la turbulencia deja una enseñanza: sin una política de desarrollo capaz de ampliar la base exportadora y generar divisas genuinas, la estabilidad seguirá dependiendo de rescates externos. Superar el vaivén cambiario exige más que parches financieros; requiere una estrategia productiva que convierta la volatilidad en crecimiento sostenido.