De la industria al container: el retroceso productivo argentino.

Mientras el gobierno nacional sostiene una estrategia de apertura de importaciones y control del tipo de cambio para contener la inflación, la contracara se hace evidente en el tejido productivo: pérdida masiva de empleo industrial, destrucción de capacidades locales y deterioro del ecosistema de desarrollo económico.

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Mientras el gobierno nacional sostiene una estrategia de apertura de importaciones y control del tipo de cambio para contener la inflación, la contracara se hace evidente en el tejido productivo: pérdida masiva de empleo industrial, destrucción de capacidades locales y deterioro del ecosistema de desarrollo económico.

En apenas un año, la industria argentina sufrió un retroceso alarmante. De acuerdo con datos compartidos por Misión Productiva, entre noviembre de 2023 y noviembre de 2024, 184 de las 265 subramas industriales redujeron su plantilla, lo que representa cerca del 70% del sector manufacturero. Esta contracción se tradujo en la pérdida de más de 30.000 puestos de trabajo formales, evidenciando una crisis que excede la mera caída del empleo: está en juego la propia estructura productiva del país.

El complejo automotriz encabeza la lista de pérdidas, tanto en fabricación de vehículos como en autopartes. Pero el derrumbe se extiende a ramas textiles —como calzado deportivo e hilados— y a sectores tecnológicos estratégicos como los componentes electrónicos. La combinación de pérdida de poder adquisitivo, parálisis de la construcción y desarme de políticas productivas ha generado un cóctel explosivo para la actividad industrial.

Este fenómeno no se limita a una cuestión cuantitativa de empleos perdidos. Cada fábrica que cierra, cada línea de producción que se desarma, implica también la destrucción de capacidades. Importar productos no sólo significa importar trabajo generado en otro país: implica resignar rutas productivas, vuelos logísticos, cadenas de proveedores y conocimientos acumulados que sostienen el ecosistema industrial local.

En un territorio tan vasto y desigual como el argentino, la pérdida de capacidades industriales tiene un efecto multiplicador negativo. Sin producción local activa, disminuyen las oportunidades de inversión extranjera directa (IED) orientada a proyectos de alto valor agregado, se fragmentan las cadenas de valor regionales y se debilita la posibilidad de un desarrollo económico verdaderamente endógeno.

Según la gacetilla de Misión Productiva, el impacto de esta crisis no responde únicamente a decisiones de mercado, sino también a la ausencia de políticas públicas que promuevan sectores estratégicos y sostengan a las pymes, actores fundamentales en el entramado productivo nacional. Sin un rumbo claro, Argentina corre el riesgo de transformarse en un espacio vacío de capacidades, condenado a importar no sólo bienes, sino también la innovación, la tecnología y las oportunidades de empleo que otros países son capaces de generar.

Más allá de las estadísticas, la pregunta de fondo es qué país queremos construir: uno que produzca y exporte trabajo de calidad, o uno que importe lo que otros producen, a costa de su propia soberanía económica.