Del Consenso de Washington al Consenso de Belém: ¿puede nacer una estrategia regional?

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San Vicente y las Granadinas. La 9ª Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) volvió a reunir a los líderes de la región con una consigna común: definir el rol de América Latina y el Caribe en un mundo en transformación. La presencia activa del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, contrastó con la ausencia del presidente argentino Javier Milei, quien decidió no participar del encuentro y viajar en cambio a Paraguay para mantener una agenda bilateral.

La agencia EFE informó que Lula pronunció uno de los discursos más destacados de la jornada. “América Latina y el Caribe enfrentan hoy uno de los momentos más críticos de su historia”, afirmó. “Nuestra autonomía está de nuevo bajo control. El momento exige que dejemos nuestras diferencias a un lado. Los intentos de restaurar la hegemonía antigua cuelgan sobre la región”.

El presidente brasileño propuso avanzar hacia una nueva hoja de ruta regional estructurada en torno a tres ejes. En primer lugar, la defensa de la democracia y la soberanía nacional frente al avance de proyectos autoritarios y la injerencia de actores económicos concentrados. En segundo término, una acción climática conjunta: Lula anunció el lanzamiento del Fondo para Siempre para los Bosques Tropicales, que será presentado en la COP30 en Belém y busca compensar a los países que preserven sus ecosistemas. Y en tercer lugar, una integración económica más profunda, con propuestas concretas como reactivar el Acuerdo de Pagos y Créditos de ALADI y ampliar el uso de monedas locales en el comercio regional.

Lula fue enfático al advertir que “si seguimos separados, la comunidad latinoamericana y caribeña corre el riesgo de volver a ser zona de influencia en una nueva división del globo entre superpotencias”. Y remató: “La historia nos enseña que las guerras comerciales no tienen ganadores”.

El riesgo no es menor. Cuando América Latina no construye una agenda común, queda expuesta a ser tratada como un tablero ajeno en la disputa entre grandes potencias. El dilema no es elegir entre China o Estados Unidos, sino evitar quedar atrapados en una lógica de dependencia cruzada, con decisiones tomadas fuera de la región. Los intereses geopolíticos externos —financieros, energéticos, tecnológicos— pueden profundizar las desigualdades si no se negocian desde posiciones soberanas y articuladas. La fragmentación regional convierte a los países latinoamericanos en eslabones débiles de cadenas globales diseñadas por otros.

En paralelo, el presidente argentino Javier Milei se ausentó de la cumbre y mantuvo reuniones en Asunción con su par paraguayo Santiago Peña. La Casa Rosada no emitió declaraciones oficiales sobre su ausencia en la CELAC, aunque voceros cercanos a la Cancillería señalaron que el encuentro no formaba parte de la “prioridad diplomática” del actual gobierno.

Desde GloCal, interpretamos que la propuesta de Brasil apunta a construir un nuevo marco estratégico para la región. Pasar del Consenso de Washington –basado en la apertura irrestricta y la dependencia financiera– a un posible Consenso de Belém, orientado a la soberanía, la integración productiva y la justicia climática. La cumbre dejó una pregunta abierta: ¿puede América Latina articular un rumbo común en medio de un orden global fragmentado?