El costo invisible del siglo
El estrés laboral se volvió el mayor costo oculto de las PyMEs en el siglo XXI. Entre limitaciones productivas y conflictos de comunicación, la salud mental exige pasar de la obligación legal a la gestión organizacional para lograr competitividad con humanidad.
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En las PyMEs industriales argentinas, la frontera entre productividad y agotamiento es cada vez más delgada. Las exigencias de cumplir plazos, sostener márgenes ajustados y responder a clientes cada vez más demandantes se traducen en largas jornadas, decisiones rápidas y tensiones permanentes. En este escenario, la salud mental y el estrés se han convertido en un problema estructural del siglo XXI, tanto para trabajadores como para empresarios.
Las normas no son ajenas a este diagnóstico. La Ley de Higiene y Seguridad (19.587) habla de proteger la integridad psicofísica, y la Ley de Riesgos del Trabajo (24.557) obliga a prevenir eficazmente los riesgos derivados de la tarea. Pero los marcos legales, por sí solos, no resuelven los dilemas cotidianos de las pequeñas y medianas empresas, que muchas veces carecen de recursos para sostener programas amplios de bienestar o para contratar servicios especializados.
Aquí emerge un punto crítico: los problemas de comunicación entre intereses empresariales y trabajadores. Mientras la empresa busca reducir costos y sostener la competitividad, los trabajadores reclaman mejores condiciones, más previsibilidad y espacios de descanso. Cuando no existe un diagnóstico compartido, la desconfianza crece, los conflictos se multiplican y el estrés se convierte en un círculo vicioso que impacta directamente en la productividad.
La teoría de la administración ofrece pistas para salir de esa trampa. Autores clásicos como Fayol y más modernos como Mintzberg insisten en que la organización no es solo un sistema técnico, sino también un entramado humano. Incorporar prácticas de planificación participativa, liderazgos que comuniquen objetivos claros y sistemas de retroalimentación ayuda a transformar el estrés en un factor gestionable y no en un obstáculo permanente.
En este sentido, las PyMEs que logran integrar la prevención normativa con herramientas de gestión organizacional generan un doble beneficio: reducen los costos invisibles del ausentismo, la rotación y los errores, y a la vez construyen culturas laborales más humanas. Se trata de reconocer que la salud mental no es un lujo, sino una condición básica para competir en mercados exigentes.
El desafío, entonces, no es solo cumplir la ley, sino transformar la relación entre empresarios y trabajadores en un pacto de cuidado mutuo. Porque en un siglo donde el estrés es global, la verdadera innovación está en humanizar la gestión sin perder de vista la eficiencia.

