El desafío de la política municipal

Una ciudad atrapada en sus ventajas pasadas

INDUSTRIA

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Una ciudad atrapada en sus ventajas pasadas

Esa es, quizás, la imagen más precisa para describir a Río Cuarto en este punto de su historia. Una ciudad que ha sabido consolidar en los últimos diez años un ecosistema productivo competitivo, pero que aún carece de un proyecto de desarrollo territorial de largo plazo que articule esas capacidades en una estrategia común. Las condiciones están dadas, las capacidades existen, los actores clave están presentes. Lo que falta es una visión compartida que integre lo productivo, lo institucional y lo social.

El desafío no es menor. Mientras algunos territorios similares han logrado convertir sus fortalezas en plataformas de desarrollo, Río Cuarto aparece hoy como una ciudad que repite su potencial sin lograr convertirlo en crecimiento. La persistencia de indicadores negativos en empleo, infraestructura, inversión pública y cohesión social, contrastan con su riqueza productiva. En ese contraste se encuentra la clave del estancamiento.

Un enclave estratégico con ventajas comparativas estáticas

Ubicada sobre el corredor bioceánico de la Ruta 8, Río Cuarto ha sido históricamente vista como un enclave estratégico dentro del sistema agroexportador argentino. Su localización entre los grandes centros productivos del país, su cercanía a puertos y mercados, su conectividad logística y sus condiciones agroecológicas, conforman lo que la teoría económica denomina ventajas comparativas estáticas. Estas son dotaciones preexistentes que permiten a una región insertarse favorablemente en el comercio y la producción, sin que medie necesariamente un proceso de innovación o acumulación de capacidades.

Sin embargo, la historia económica demuestra que las ventajas estáticas por sí solas no garantizan desarrollo. De hecho, muchas regiones con dotaciones similares han terminado atrapadas en un modelo extractivo, sin lograr generar empleo de calidad ni diversificación productiva. Río Cuarto corre ese riesgo. Aprovechar sus ventajas implica ir más allá del aprovechamiento inmediato del recurso y avanzar hacia una construcción estratégica que incorpore tecnología, encadenamientos industriales e instituciones capaces de sostener el proceso.

Un perfil productivo actual y con potencial

En la última década, Río Cuarto ha dado pasos firmes en la consolidación de un perfil agroindustrial competitivo. La ciudad se ha posicionado como uno de los principales exportadores de maíz del país, ha desarrollado una producción porcina de creciente volumen y calidad, y cuenta con una ubicación privilegiada, en el corazón del complejo manisero argentino. Estos tres pilares dan forma a una base productiva potente, con fuerte inserción en los mercados globales y capacidad de generar valor agregado.

A esto se suman desarrollos industriales en bioenergía —etanol, energía eléctrica— que forman parte de esquemas de economía circular, así como el surgimiento de startups vinculadas a la genética del maíz. Estas experiencias son posibles gracias al capital humano que produce su universidad pública y a la inversión de empresarios locales con visión estratégica. Río Cuarto no es una ciudad rezagada en capacidades; el problema es que esos activos no se han articulado en una estrategia común y de largo plazo que permita escalar, diversificar e integrar territorialmente la producción.

Intentos de planificación estratégica, avances y retrocesos

A lo largo de su historia reciente, Río Cuarto ha tenido varios intentos de planificación productiva que no lograron consolidarse. Las experiencias de empresas de economía mixta surgidas en los años noventa, por ejemplo, quedaron truncas tras la crisis de 2001, cuando el contexto nacional imposibilitó sostener proyectos de articulación público-privada. Aquellas ideas, que buscaban crear instrumentos locales de inversión y desarrollo, no fueron retomadas con la fuerza necesaria en las décadas siguientes.

En otros momentos, surgieron impulsos desde el sector privado que intentaron marcar un rumbo. El caso de Bio4 es emblemático: una empresa nacida de la iniciativa de empresarios agroindustriales con una mirada moderna del territorio, que fue apoyada en su origen por la visión geopolítica del entonces gobernador José Manuel de la Sota, quien impulsaba a Córdoba como provincia productora de biocombustibles. Sin embargo, estos casos, aunque exitosos, se dieron a pesar del Estado y no como resultado de una política pública estructurada.

Modelos alternativos sin anclaje productivo

En paralelo, se promovieron estrategias de posicionamiento de la ciudad que, si bien suman valor simbólico o funcional, no lograron definir un perfil económico sólido. Se intentó presentar a Río Cuarto como una ciudad de servicios o como destino turístico, a pesar de que los principales atractivos turísticos se encuentran a más de 50 kilómetros. Estas propuestas no fueron acompañadas por políticas concretas que generaran inversión, infraestructura ni empleo vinculado a esos sectores.

Más recientemente, se impulsó la idea de una ciudad de “industria sin chimeneas”, asociada al conocimiento y los servicios basados en tecnología, pero sin una estrategia clara de vinculación entre conocimiento y producción. También se promovió a Río Cuarto como ciudad universitaria o de salud, en función de su rol regional. Si bien estas características son importantes en una estrategia general, no alcanzan por sí solas para motorizar un crecimiento armónico, diversificado y con empleo de calidad.

El costo del estancamiento

Hoy, la falta de una estrategia de desarrollo integral se manifiesta en problemas estructurales profundos: precarización del empleo, informalidad laboral, crecimiento de los asentamientos urbanos en situación de pobreza, estancamiento demográfico y una brecha creciente entre los sectores productivos dinámicos y los excluidos. A esto se suma la debilitación de la infraestructura industrial, la pérdida de capacidad estatal para planificar y ejecutar obras estratégicas, y la fragmentación de los actores institucionales.

En este contexto, los logros alcanzados por el empresariado local o por instituciones como la universidad, resultan insuficientes si no hay una coordinación estratégica que permita escalar, replicar y sostener esas experiencias. Sin una política que articule lo público y lo privado, el conocimiento y la producción, el centro y los barrios, la ciudad corre el riesgo de consolidar una matriz desigual, con sectores altamente productivos pero desconectados del desarrollo social.

¿Cómo se construye una política pública transformadora?

Romper este ciclo exige revisar no solo los contenidos de las políticas, sino también los procesos a través de los cuales se construyen. No alcanza con diagnósticos técnicos ni con anuncios fragmentarios. Se necesita una nueva forma de gobernanza territorial, basada en diálogos multisectoriales eficientes, que permitan identificar prioridades y convertirlas en programas con asignación presupuestaria clara, sostenibilidad institucional y mecanismos de seguimiento con indicadores de impacto, no solo de ejecución.

Solo mediante ese tipo de políticas será posible reconstruir la confianza en la función pública y disputar el sentido común que asocia al Estado con la ineficiencia o la corrupción. Una política pública transformadora es aquella que demuestra, con resultados medibles, que puede mejorar la vida de las personas. Para ello, el primer paso es aceptar que ningún actor puede hacerlo solo, y que el desarrollo se construye de manera colaborativa.

Una oportunidad que aún está al alcance

Río Cuarto no necesita inventarse desde cero. Tiene historia, capacidad productiva, una comunidad empresarial activa, instituciones científicas, recursos humanos calificados y una identidad regional fuerte. Pero necesita un rumbo compartido, una estrategia que convierta las ventajas comparativas en ventajas dinámicas, que transforme el potencial en estructura, y que garantice que el conocimiento no sea un capital aislado, sino un motor del desarrollo con inclusión.

El momento para empezar a construir esa estrategia es ahora. No se trata de elegir entre campo o industria, entre universidad o empresa, entre saberes técnicos o sociales. Se trata de articular todos los elementos disponibles en función de un proyecto de ciudad. Uno que mire al futuro sin repetir fórmulas vacías, y que se anime a convertir el diagnóstico en acción concreta. Porque una ciudad atrapada en sus ventajas pasadas puede ser también una ciudad liberada por su decisión de transformarse.