El espejo del dragón
La relación con China interpela a América Latina: oportunidad estratégica o nueva dependencia. Un vínculo en expansión que exige políticas audaces para transformar la región y no quedar a su merced.
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En un mundo fracturado por tensiones geopolíticas, América Latina y el Caribe enfrentan el dilema de cómo vincularse con China sin resignar autonomía ni futuro. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) acaba de publicar un informe estratégico que pone luz sobre los desafíos estructurales de la región y las posibilidades que abre una cooperación más madura con el gigante asiático.
El documento, presentado en la Cuarta Reunión Ministerial del Foro CELAC-China, es claro: la región está atrapada en tres trampas interconectadas —bajo crecimiento, alta desigualdad y débiles capacidades institucionales— que limitan su potencial de desarrollo. En ese marco, la relación con China, en tanto socio estratégico, puede ser una vía para dinamizar inversiones, tecnología, infraestructura y comercio, siempre que esté orientada a una transformación productiva profunda.
En las últimas dos décadas, el comercio con China se multiplicó exponencialmente: pasó de representar el 1,7% en 2000 al 17% en 2023. Sin embargo, esta explosión vino acompañada de un déficit comercial creciente, con México como el país más afectado. Solo Brasil, Perú y Chile mantienen superávit sostenido.
A su vez, la inversión extranjera directa de origen chino se ha expandido hacia sectores estratégicos como energía, minería e infraestructura, generando empleo pero también controversias sobre dependencia tecnológica, condiciones laborales y gobernanza ambiental.
El informe de CEPAL no se queda en el diagnóstico. Propone una hoja de ruta con 11 transformaciones clave, entre ellas: industrialización con valor agregado, revolución digital, transición energética y fortalecimiento institucional. Bajo esa lógica, la relación con China debe dejar de ser extractiva y volverse transformadora.
¿La clave? Una nueva generación de políticas de desarrollo productivo, con enfoque territorial, gobernanza eficaz y alianzas público-privadas que eviten que la región quede atrapada entre los gigantes. La oportunidad está, pero no es neutra: requiere estrategia, consenso político y liderazgo estatal.
Como señala el documento, el crecimiento futuro no vendrá solo del comercio, sino de cómo ese comercio se inserta en un modelo de desarrollo más justo, resiliente y sostenible.