El pulso de una región

En nuestra sexta entrega de GloCal sobre el ILIA 2025 recorremos los once hallazgos que condensan el estado real de la inteligencia artificial en América Latina. Un mapa de avances rápidos, deudas estructurales y una pregunta de fondo: ¿quién conduce esta transformación?

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El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial 2025 no solo ordena datos: toma el pulso de un proceso histórico en pleno movimiento. Sus once hallazgos no funcionan como un inventario técnico, sino como escenas de una región atravesada por una transformación tan acelerada como desigual.

Hay países que despiertan tarde, pero despiertan con velocidad. En Centroamérica y el Caribe empiezan a aparecer estrategias nacionales, mejoras en conectividad, primeros programas de formación. No lideran, pero ya no miran desde afuera. Al mismo tiempo, el código abierto emerge como una puerta de entrada inesperada: sin grandes infraestructuras, algunos países logran integrarse al desarrollo digital desde la colaboración y el software libre.

El problema es que la región produce datos como nunca antes, pero los comparte como nunca menos. La información existe, pero no circula. Y sin circulación no hay inteligencia artificial que aprenda del territorio, de sus idiomas, de sus conflictos reales. La materia prima está, pero sigue atrapada.

En las escuelas y universidades se repite otra paradoja: crecen la alfabetización digital y el uso cotidiano de la IA, pero la especialización avanza más lento. Se forman usuarios, no desarrolladores. Y sin desarrolladores propios, la región depende. La infraestructura refuerza la misma desigualdad: Brasil concentra la mayor parte de la capacidad de cómputo, mientras buena parte de América Latina aún opera sin servidores de alto rendimiento.

La explosión de la IA generativa aparece como el gran catalizador: por primera vez, millones de personas acceden a modelos avanzados sin saber programar. Esto democratiza, pero también profundiza la dependencia de plataformas globales. La tecnología entra por todos lados, pero no siempre se gobierna desde adentro.

En ese punto, la participación ciudadana aparece como una promesa todavía incumplida. La inteligencia artificial se discute en mesas técnicas, en gabinetes de expertos, pero escasamente en espacios públicos. La democracia digital todavía no se anima a usar todas sus herramientas.

La investigación científica, por su parte, sigue concentrada. Cinco países cargan con casi toda la producción académica regional. Y aunque crecen los emprendimientos tecnológicos, el financiamiento sigue siendo escaso y volátil.

Por último, aparece una alerta silenciosa: la sustentabilidad. Los centros de datos crecen, el consumo energético también, pero el ambiente todavía no ocupa un lugar central en las políticas de IA.

Desde GloCal, la lectura es clara: América Latina ya está dentro del juego de la inteligencia artificial. La pregunta no es si participa, sino desde qué lugar lo hará: como usuaria pasiva o como protagonista con proyecto propio. Esa disputa ya empezó. Y todavía está abierta.