El techo de cristal también es de barro

En América Latina, las mujeres no solo ganan menos: también participan menos, trabajan más sin remuneración y están sobrerrepresentadas en empleos informales. El informe de CEPAL llama a desarmar los nudos estructurales que impiden una inclusión laboral con igualdad.

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En el debate sobre el futuro del trabajo, hay una dimensión que no puede seguir siendo marginal: la desigualdad de género. En el informe Desigualdades, inclusión laboral y futuro del trabajo en América Latina, Lucía Scuro y Camila Barón analizan con claridad los obstáculos estructurales que enfrentan las mujeres en su inserción laboral. Y la conclusión es contundente: sin políticas públicas transformadoras, el mundo del trabajo seguirá reproduciendo —y profundizando— la desigualdad.

Aunque en las últimas décadas se registraron avances, la participación laboral femenina en la región sigue estancada. Las mujeres tienen más dificultades para acceder al empleo, enfrentan mayores tasas de desocupación y, cuando trabajan, lo hacen en sectores de menor productividad, con salarios más bajos y alta informalidad. Además, dedican más del doble de tiempo que los varones a tareas de cuidado no remuneradas. Esta doble jornada no solo agota: también restringe su autonomía económica.

La economía del cuidado, lejos de ser un tema doméstico, es uno de los principales motores invisibles de la economía. Sin embargo, su valor sigue desestimado, y su organización, basada en un reparto desigual entre el Estado, el mercado y los hogares, sostiene una estructura de exclusión. Como afirma el informe, “la desvalorización social de las tareas de cuidado y la insuficiencia de acciones concretas del Estado perpetúan la desigualdad” (CEPAL, 2023, p. 74).

La digitalización y los cambios demográficos, lejos de ofrecer soluciones automáticas, pueden profundizar las brechas si no se abordan con enfoque de género. El envejecimiento poblacional aumentará la demanda de cuidados, y sin un sistema público robusto, ese peso volverá a caer sobre los hombros de las mujeres. Al mismo tiempo, la transformación digital exige nuevas habilidades: si no se garantiza el acceso igualitario a la tecnología y la capacitación, muchas quedarán afuera del mercado laboral del futuro.

Scuro y Barón plantean un horizonte claro: construir una “sociedad del cuidado” como nuevo paradigma de desarrollo. Eso implica invertir en infraestructuras de cuidado, mejorar las condiciones laborales en ese sector y garantizar igualdad de oportunidades en todos los ámbitos productivos.

Porque sin igualdad de género, no hay desarrollo sostenible. Y sin redistribuir el tiempo, el trabajo y el poder, la inclusión laboral seguirá siendo una promesa postergada.