El turismo también puede ser industria

Mientras miles de argentinos viajan al exterior y erosionan la balanza cambiaria, se pierde de vista que el turismo interno y receptivo podría convertirse en un motor industrial de desarrollo, generando empleo, divisas y arraigo territorial.

INDUSTRIA

GloCal

La noticia del boom de turismo al exterior, que ya implica una salida de dólares equivalente a un tercio de la liquidación del agro, confirma una contradicción estructural: la Argentina subsidia, con su esfuerzo productivo, la fuga turística. En junio, el déficit alcanzó los 863 millones de dólares, el mayor desde 2017. Una cifra que contrasta con la potencia desaprovechada de la economía local para generar un mercado turístico robusto.

En lugar de consolidar al turismo como industria, el país sigue pensándolo como un sector menor, atado a la estacionalidad y al consumo ocasional. Sin embargo, el turismo interno moviliza transporte, hotelería, gastronomía, cultura, producción regional, industria audiovisual y hasta energías renovables. Es una cadena de valor que, con políticas públicas claras, podría equivaler a la metalmecánica o a la agroindustria en términos de generación de empleo y divisas.

El turismo receptivo, por su parte, representa una oportunidad estratégica. En lugar de exportar dólares por consumo en Miami o Madrid, Argentina podría captar divisas de turistas brasileños, europeos y latinoamericanos que buscan experiencias culturales, gastronómicas y naturales. Para ello, se requiere infraestructura, conectividad, profesionalización del sector y, sobre todo, una narrativa país que posicione a Argentina como destino de clase mundial.

No se trata de cerrar fronteras ni de limitar la libertad de viajar, sino de comprender que el turismo también es política industrial. Una política que incentive a las familias argentinas a conocer su propio territorio, con precios accesibles, créditos blandos y calidad de servicios. Y al mismo tiempo, una política de atracción de visitantes extranjeros que aproveche la ventaja cambiaria actual, multiplicando el ingreso de dólares genuinos.

El déficit turístico expuesto por los datos de junio no debería solo preocupar a los economistas. Es, sobre todo, una llamada de atención para los decisores públicos y privados: Argentina no puede resignarse a ser exportadora de dólares vía turismo. La clave está en revertir la ecuación y convertir al turismo en industria nacional, generadora de divisas, cultura y desarrollo.