Favalli y la vigencia de la ETP
La nueva versión de El Eternauta, estrenada por Netflix, vuelve a contarnos la historia de Juan Salvo, pero esta vez lo hace desde una Argentina atravesada por nuevos miedos y viejas preguntas.
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Cuando todo se apaga —los chips, los celulares, los satélites— y el mundo conocido se derrumba bajo una nevada mortal, lo único que queda en pie es lo humano. La nueva versión de El Eternauta, estrenada por Netflix, vuelve a contarnos la historia de Juan Salvo, pero esta vez lo hace desde una Argentina atravesada por nuevos miedos y viejas preguntas. En medio del desastre, emerge una figura entrañable: “El tano” Favalli, el profesor de Física, el técnico, el que transforma el conocimiento en acción y la ética en decisión.
Favalli —interpretado por el actor uruguayo César Troncoso— no es un personaje secundario: es uno de esos pilares invisibles sobre los que se sostiene lo posible. Porque si El Eternauta tiene un mensaje profundo, es que el héroe es colectivo: un nosotros hecho de hombres y mujeres comunes, con saberes concretos y oficios nobles, que enfrentan lo imposible no solo con su ingenio y su voluntad, sino también con sus contradicciones, sus miedos y sus límites profundamente humanos. Favalli es el rostro de quienes aprenden y enseñan con las manos, de quienes entienden que saber hacer también es saber cuidar.
Inventar para vivir
Cuando el mundo se vuelve inhabitable, Favalli no se paraliza: diseña trajes aislantes y máscaras que permiten salir a la nieve tóxica sin morir. Crea condiciones para seguir viviendo. Es el técnico que, frente a lo incierto, recurre al saber aplicado y lo convierte en una forma de salvación. Esa imagen concentra todo el sentido de la Educación Técnico Profesional: preparar a las personas para enfrentar lo inesperado con creatividad, criterio y responsabilidad.
Educar con el ejemplo
En su forma de actuar vibra la figura del Maestro de Enseñanza Práctica: ese docente de taller que no solo transmite técnicas, sino que modela carácter, responsabilidad y amor por el trabajo bien hecho. Como cuando Favalli improvisa una radio de onda corta con baterías y chatarra, para enviar una señal de alerta y coordinar acciones con otros sobrevivientes. En ese gesto no hay sólo habilidad técnica: hay un pedagogo silencioso que nos enseña que saber es conectar, y que comunicar también es cuidar.
Favalli representa a esos educadores que forjan ciudadanía a través del hacer. Su saber no está solo en los libros: está en la experiencia, en la paciencia, en la confianza que generan en sus estudiantes. Su autoridad no proviene del rango, sino del respeto que inspira quien domina su oficio con humildad y lo pone al servicio de los demás. En él se encarna una pedagogía poderosa, donde cada herramienta enseña, cada decisión transmite valores, cada solución construye comunidad.
Los Favalli que nos rodea
En tiempos de desprecio por lo público y preponderancia de la educación financiera, El Eternauta nos devuelve una verdad esencial: que sin formación técnica, sin educación comprometida, sin maestros como Favalli, el futuro es solo una ilusión.
Pero Favalli no vive solo en la ficción. Está entre nosotros. En los directores de empresas que pasaron por colegios técnicos y conservan la lógica del taller como forma de liderazgo. En los referentes de la industria que no dejan de innovar, que hacen del diseño y la invención un motor de progreso. En los docentes que sostienen con esfuerzo y pasión el sistema público de ciencia y tecnología.
Está en quienes, en plena pandemia, fabricaron respiradores, conectaron laboratorios con hospitales, construyeron soluciones y puentes cuando parecía que todo colapsaba. Como Favalli, que arregla una locomotora abandonada y dice con ternura: “yo siempre soñé con ser maquinista”. Y la pone en marcha no por nostalgia, sino porque hace falta moverse, avanzar, seguir soñando. Cada uno de ellos, en su rincón del mundo, empuja una locomotora para que otros puedan seguir el viaje.
Todos queremos ser Favalli
En el fondo, todos queremos ser Favalli. Todos queremos tener la llave que abre la puerta en medio de la tormenta. Todos queremos aprender a hacer, a resolver, a inventar. Todos deseamos vivir la experiencia transformadora de una educación técnica que nos da herramientas para intervenir en el mundo, para crear, para inspirar.
Porque cuando descubrimos que nuestras manos pueden construir y que nuestras ideas pueden mejorar lo que nos rodea, aparece algo más que una salida laboral: aparece el sentido. Favalli no es un personaje. Es una posibilidad que late en cada taller, en cada aula, en cada estudiante que descubre que lo técnico también puede ser profundamente humano. Y en ese camino, Favalli es faro, memoria y horizonte.





