Juventud sin lugar

El trabajo decente no llega con la mayoría de edad. En América Latina, millones de jóvenes quedan atrapados entre la falta de oportunidades y un mercado laboral hostil. El informe de CEPAL advierte sobre los riesgos de exclusión estructural y llama a construir trayectorias laborales con derechos y futuro.

SOCIAL

GloCal

En un continente marcado por la desigualdad, ser joven no garantiza un punto de partida. En muchos casos, significa cargar con una mochila más pesada. En el informe Desigualdades, inclusión laboral y futuro del trabajo en América Latina, Andrés Espejo, Sonia Gontero, Denisse Gelber y Javiera Ravest analizan con datos duros y argumentos precisos el drama silencioso de la juventud en el mundo del trabajo: altas tasas de desempleo, informalidad, sobreeducación y desajuste entre lo que se aprende y lo que el mercado demanda.

Lejos del mito del emprendedor nativo digital, la mayoría de los y las jóvenes de la región enfrenta enormes dificultades para ingresar al mercado laboral. Según el informe, en comparación con los adultos, presentan el doble de tasa de desocupación, mayor informalidad y menor acceso a empleos protegidos. Y para quienes no trabajan ni estudian —los famosos "ni-ni"— la desconexión se vuelve un callejón sin salida.

La transición de la escuela al trabajo es larga, desigual y muchas veces frustrante. La falta de experiencia, sumada a sistemas educativos desvinculados de las necesidades productivas, produce una situación paradójica: jóvenes sobrecalificados para tareas simples pero sin herramientas para trabajos especializados. El informe plantea con claridad que “invertir en trayectorias laborales juveniles es clave para evitar ciclos de exclusión que se extienden a lo largo de la vida adulta” (CEPAL, 2023, p. 94).

Desde la CEPAL se propone una estrategia de doble entrada: actuar sobre la oferta y la demanda. Por un lado, transformar los sistemas educativos para que formen en competencias pertinentes —digitales, técnicas y socioemocionales—, fortaleciendo la educación técnica, la formación dual y los vínculos entre escuelas y empresas. Por el otro, crear empleo joven de calidad, promoviendo incentivos a la contratación, servicios públicos de intermediación laboral, y políticas activas con enfoque generacional.

La juventud no es un problema: es una oportunidad. Pero solo si se crean las condiciones para que cada joven despliegue su proyecto de vida en un entorno que valore su talento y respete sus derechos. Incluir a los jóvenes no es solo una deuda: es una inversión en el futuro que queremos construir. Y el futuro empieza ahora.