La desigualdad deja huellas en el cerebro infantil
Un estudio publicado en Nature Mental Health revela que la desigualdad económica no solo afecta la salud mental de los niños y adolescentes, sino también su estructura y conectividad cerebral, mostrando que las brechas sociales se inscriben biológicamente en el desarrollo.
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Un reciente artículo de la revista Nature Mental Health aporta evidencia contundente sobre un tema que trasciende la economía y se adentra en la biología humana: la desigualdad de ingresos altera el desarrollo cerebral infantil. El estudio, titulado “Macroeconomic income inequality, brain structure and function, and mental health” (Rakesh et al., 2025), analizó datos de más de 8.000 niños de entre 9 y 10 años en Estados Unidos, y descubrió que quienes viven en estados con mayores niveles de desigualdad —medida a través del coeficiente de Gini— presentan un menor grosor cortical, una superficie cerebral más reducida y alteraciones en la conectividad funcional entre redes neuronales clave para la atención, la emoción y la cognición
El hallazgo es inquietante: la desigualdad estructural deja marcas neurobiológicas medibles, independientes de los ingresos familiares. En otras palabras, incluso los niños de hogares con niveles económicos similares pueden presentar diferencias en su desarrollo cerebral si viven en entornos más desiguales. Esta huella se asocia, además, con una mayor incidencia de problemas de salud mental, como ansiedad y depresión, en los meses posteriores
Los investigadores explican que la desigualdad actúa como un factor de estrés crónico, al fomentar la comparación social y la sensación de inferioridad o amenaza de estatus. Estos procesos psicológicos activan respuestas fisiológicas que, sostenidas en el tiempo, afectan el equilibrio neuroquímico y la estructura cerebral. De hecho, la conectividad alterada entre la red de modo por defecto (DMN) y la red de atención dorsal (DAN) fue uno de los mediadores más significativos entre desigualdad y síntomas de malestar mental
El trabajo no se limita al diagnóstico. Advierte que reducir la pobreza no basta: las políticas públicas deben apuntar a disminuir la desigualdad estructural, fortalecer el capital social y promover entornos escolares que reduzcan la ansiedad de estatus y refuercen el sentido de pertenencia. “La desigualdad es un determinante social con consecuencias biológicas claras”, concluyen los autores.
En tiempos en que la polarización económica y social crece a escala global, este estudio pone de relieve una verdad incómoda: las brechas materiales no solo separan a las personas en términos de ingresos, sino que modelan, literalmente, sus cerebros.
Referencia:
Rakesh, D. et al. (2025). Macroeconomic income inequality, brain structure and function, and mental health. Nature Mental Health. https://doi.org/10.1038/s44220-025-00508-1