Mapa productivo de la asimetría
El nuevo informe de Fundar revela cómo la estructura productiva y exportadora de Argentina profundiza las desigualdades regionales. La concentración de valor agregado, empleo y complejidad económica en pocas provincias desafía cualquier idea de desarrollo federal.
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La Argentina no es una sino muchas. Esa es la primera conclusión que se desprende del texto “Informe de la Complejidad Económica Subnacional” elaborado por Fundar. Al analizar la estructura productiva y exportadora de las provincias, el estudio muestra con datos precisos un fenómeno que suele intuirse pero pocas veces se mide con claridad: el país está profundamente desequilibrado en términos de capacidades productivas y oportunidades de desarrollo.
El 73% del Producto Interno Bruto (PIB) y más del 80% de los establecimientos industriales se concentran en apenas cinco provincias de la región Pampeana: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa y Entre Ríos. Esta misma región concentra el 65% de la población, pero también un 75% del empleo privado registrado y empresas de mayor tamaño y sofisticación. El salario promedio allí es un 30% más alto que en el norte argentino.
Fuera de ese núcleo, las diferencias se amplifican. El NEA y el NOA muestran indicadores críticos: menor cantidad de graduados universitarios, empleo formal por debajo de la media y canastas exportadoras dependientes de productos primarios. La Patagonia, con alta renta per cápita por exportaciones mineras o energéticas, exhibe otra paradoja: escasa diversificación y baja complejidad en su matriz productiva.
Las exportaciones también están atravesadas por esta lógica. Mientras que la región Pampeana lidera los sectores industriales como vehículos, maquinaria y químicos, otras regiones participan de forma marginal o están limitadas a sectores intensivos en recursos naturales. La consecuencia es una matriz nacional frágil, con bajo valor agregado y pocas capacidades para dar el salto hacia una economía del conocimiento.
Fundar subraya que estas disparidades no son solo económicas: implican desigualdades sociales, institucionales y de infraestructura. Y lo más importante: son reversibles. Pero para lograrlo, se necesitan políticas activas, planificación y una mirada que priorice la complejidad productiva como eje del desarrollo.
Creemos que comprender estas brechas territoriales es un paso imprescindible para diseñar políticas más justas. No se trata solo de crecer: se trata de dónde, cómo y con quién se produce ese crecimiento. El federalismo productivo no es un eslogan, sino un imperativo.