Modelo sin gas
Una ola polar paralizó a la industria y dejó miles de hogares sin gas. Pero el verdadero problema es estructural: obras paralizadas, dependencia de importaciones y un sistema energético que no conecta el potencial de Vaca Muerta con el país real.
INDUSTRIA
GloCal


El termómetro marcó cifras récord en los primeros días de julio. La ola polar que azotó a gran parte del país provocó cortes masivos en el suministro de gas. Mientras el consumo residencial se disparaba para enfrentar temperaturas bajo cero, el sistema colapsó. Industrias metalúrgicas, químicas y alimentarias recibieron la orden de frenar su actividad. Las estaciones de GNC cerraron. En ciudades como Mar del Plata, miles de hogares directamente se quedaron sin servicio.
La explicación oficial fue inmediata: se priorizó el consumo domiciliario. Pero el diagnóstico más profundo no puede limitarse al clima. El pico de consumo era previsible. Lo que no estaba preparado era el sistema de transporte, almacenamiento y distribución de gas.
A pesar de tener una de las reservas más importantes de gas no convencional del mundo, Argentina no logró garantizar su disponibilidad en los centros de consumo. El Gasoducto Perito Moreno, obra clave para llevar el gas de Vaca Muerta al corazón productivo del país, sigue incompleto. Sin las plantas compresoras necesarias, su capacidad está subutilizada. Las obras paralizadas, los recortes presupuestarios y la incertidumbre regulatoria dejaron al país sin margen de maniobra.
La dependencia de importaciones volvió a quedar en evidencia. Con Bolivia fuera del radar, el país debió recurrir a cargamentos de GNL desde Estados Unidos y el Caribe, pagando precios internacionales en medio de una economía contraída. El congelamiento de tarifas no resuelto tampoco favoreció la inversión en redes y mantenimiento.
El impacto en la industria fue inmediato. Empresas con contratos interrumpibles vieron interrumpidas sus operaciones durante días. La producción se frenó, se perdieron turnos, y las pymes quedaron en situación crítica. En un contexto de caída sostenida del producto industrial, el gas faltante no solo congeló calderas: congeló expectativas.
Más allá de la emergencia, la discusión de fondo es si Argentina puede —o quiere— construir una infraestructura energética al servicio del desarrollo. No alcanza con extraer gas: hay que llevarlo donde se produce riqueza, empleo e innovación. En pleno invierno, quedó claro que el cuello de botella no es geológico. Es político. Y es estructural.