Ni esclavos ni clientes
“No podemos aceptar que la especulación prevalezca sobre la producción. Hay que trabajar por el desarrollo de todos los hombres. Cuando una sociedad basa el reparto de los bienes no en el trabajo sino en la especulación, la dádiva o los privilegios, pierde el sentido de su dignidad. Las personas, en vez de ser dignas, son transformadas en esclavos o en clientes”, afirma Monseñor Adolfo Uriona en diálogo con GloCal, en el marco de una reflexión sobre el papel de la Iglesia, el trabajo y el futuro productivo.
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Una elección con sentido histórico
Desde GloCal conversamos con Monseñor Adolfo Uriona, Obispo Diocesano de Río Cuarto, en un momento marcado por la elección del nuevo Papa, quien decidió llamarse León XIV, retomando el legado de León XIII, autor de Rerum Novarum, la encíclica fundacional de la Doctrina Social de la Iglesia. Su primera alocución pública no fue ante diplomáticos ni obispos, sino ante los periodistas. Allí, en el Aula Pablo VI, León XIV los convocó a “desarmar la comunicación” y a comprometerse con una cultura de paz en tiempos de guerra simbólica, digital y real. Ese gesto también resuena en fábricas, universidades, medios y sindicatos. ¿Qué puede decir hoy la Iglesia sobre el sentido del trabajo, la economía y la empresa?
¿Cómo interpreta usted el gesto simbólico del Papa León XIV al elegir ese nombre, en continuidad con Rerum Novarum y el legado de Francisco?
El nombre ya es clave. Lo interpreto como un signo profundo de una gran apertura de la Iglesia al mundo. Deja en claro que la Doctrina Social de la Iglesia, que justamente se inició con la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII en tiempos de la Revolución Industrial, busca mirar y defender al hombre en su dignidad integral. Al elegir este nombre, el Papa León XIV dice al mundo que nos encontramos frente a una nueva revolución industrial por los desafíos que comporta la inteligencia artificial, con consecuencias que aún no vislumbramos y que debemos afrontar teniendo como primer objetivo la dignidad de cada ser humano.
Ya Francisco venía hablando de la IA, incluso lo hace en una Jornada Mundial de la Paz y nos dice que frente a las nuevas tecnologías tenemos necesidad de un mundo más humano. Por eso la encíclica Dilexis Nos nos habla de la importancia del corazón: “En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor”.
¿Cómo se construye hoy una Iglesia que dialoga con los desafíos sociales, con las instituciones civiles, los empresarios, los gremios, los medios y la universidad?
El diálogo en todas sus formas es algo que la Iglesia viene promoviendo particularmente desde San Pablo VI y su encíclica Ecclesiam suam (1964), donde habla de una Iglesia que quiere dialogar con el mundo y cuáles han de ser las características de ese diálogo, el cual es una construcción paciente y ardua. Ha sido central en nuestra formación como pastores. Además, considero que es una herramienta fundamental que nos propone la Doctrina Social de la Iglesia y que Francisco promovió de todas maneras.
Diálogo y sinodalidad: una Iglesia en salida
Hacia adentro de la Iglesia (por ejemplo, a través de la sinodalidad) y hacia afuera, en su relación con las otras religiones y con los jefes de Estado, partiendo del principio: “la unidad prevalece sobre el conflicto”. Por ello, en nuestra Iglesia diocesana buscamos ese diálogo con todos los ámbitos de la sociedad, y desde las distintas pastorales, por ejemplo: el diálogo ecuménico, el diálogo que se propone desde la pastoral social con los diversos estamentos sociales. Esta pastoral tiene una participación directa y activa en el Consejo Económico y Social, donde están representados todos los sectores sociales de la ciudad. Recordemos que en las elecciones municipales del 2024 la Iglesia, por medio de la Pastoral Social, fue la primera en llamar a todos los candidatos e invitarlos a una campaña en paz y armonía.
¿Qué lugar tienen hoy las organizaciones empresarias y del trabajo en la misión evangelizadora? ¿Es posible una colaboración concreta en torno al bien común, la justicia y la dignidad humana?
La misión de la Iglesia es evangelizar. Y cuando digo Iglesia me refiero a todos los bautizados, no sólo a los obispos y sacerdotes. Esa evangelización debe llegar a todos los ambientes. Por otra parte, considero que hay buena disposición al diálogo tanto de los empresarios como de los gremios para escuchar la voz de la Iglesia, la voz del obispo, de la Pastoral Social y de los diversos grupos de sacerdotes y laicos que promueven ese empeño.
En primer lugar, siempre está la persona, su valor y dignidad, y esto debe anteponerse a todo otro tipo de interés, cualquiera que fuera. Por ello el centro de todo el mensaje es el hombre y debemos bregar por el progreso de “todo el hombre y todos los hombres”. Además, junto a la persona es importante la búsqueda del bien común por encima de todo interés partidario o sectorial. Por otra parte, es importante tener en cuenta que este diálogo y colaboración es un proceso y que no se construye de la noche a la mañana.
¿Cómo puede el magisterio social de la Iglesia iluminar la acción de empresarios, sindicatos y gobiernos en contextos de desocupación e informalidad?
Ante todo, hay que resaltar la importancia de ese Magisterio social de la Iglesia. El Papa León XIV, en un reciente discurso a los miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, expresó: “En un contexto de fuertes polarizaciones, en el que hay poco diálogo a nuestro alrededor y prevalecen las palabras gritadas, a menudo las fake news y las tesis irracionales de algunos agresores, es fundamental el papel de la Doctrina Social de la Iglesia, ‘instrumento de paz y de diálogo para construir puentes de fraternidad universal’”.
El trabajo como clave esencial de la cuestión social
Por tanto, la Iglesia ilumina a la sociedad desde su Doctrina Social, buscando generar conciencia en los gobernantes, en los empresarios, en los sindicalistas y en toda la población en general de que es fundamental promover el trabajo, el cual, como afirmaba San Juan Pablo II, “garantiza la dignidad y la libertad del hombre… y por eso es ‘la clave esencial de toda la cuestión social’”.
Estamos convencidos de que: “Los problemas de la ocupación reclaman las responsabilidades del Estado, al cual compete el deber de promover políticas que activen el empleo, es decir, que favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el territorio nacional, incentivando para ello el mundo productivo. El deber del Estado consiste sobre todo en ‘secundar la actividad de las empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis’”.
¿Qué mensaje debería resonar hoy en los empresarios, frente a una cultura que a veces privilegia la especulación sobre la producción?
El mensaje que la Iglesia quiere hacer resonar en el corazón de los que tienen una responsabilidad empresarial es el de motivarlos al esfuerzo por producir, a fin de generar fuentes de trabajo, sabiendo que: “El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La ‘plena ocupación’ es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común”.
Es el trabajo lo que nos permite realizarnos como personas y ganarnos la vida, mantenernos dignamente nosotros y mantener a nuestra familia.
La Iglesia en Argentina tiene como modelo de empresario a Enrique Shaw, quien en un momento de crisis de la empresa en la que tenía una alta responsabilidad bregó de manera creativa por el bien de la misma y de todos sus obreros. Está en camino y muy avanzada la causa de su beatificación. Siguiendo este modelo, los empresarios deben hacer que los obreros tengan salarios que los ayuden a llevar adelante una vida digna.
No podemos aceptar que la especulación prevalezca sobre la producción. Hay que trabajar por el desarrollo de todos los hombres. Cuando una sociedad basa el reparto de los bienes no en el trabajo sino en la especulación o en la dádiva o en los privilegios, pierde el sentido de su dignidad y rápidamente se vuelve injusta en la distribución de los bienes, y las personas, en vez de ser dignas, son transformadas en esclavos o en clientes.
¿Qué pasos cree fundamentales para construir una economía con alma, como propone el Papa Francisco?
El primer y fundamental paso es conocer y profundizar lo que propone la Doctrina Social de la Iglesia, la cual es el fruto de la experiencia de siglos de esta Institución y que se ha sintetizado en esta expresión que tuvo su origen en la Rerum Novarum (1891). Esta doctrina tiene como fundamento y fuente el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Hay que continuar en el diálogo con los políticos, los empresarios y toda la sociedad. Debemos tener presente que el mercado no soluciona todos los problemas. Hay que buscar que los cambios económicos no hagan crecer los índices de pobreza y de indigencia. Una cuestión importante que planteó el Papa Francisco es que toda espiritualidad tiene una dimensión social.
Rezo y ruego a Dios que esta enseñanza sea inspiración a la hora de tomar decisiones en aquellos que tienen la responsabilidad de organizar económicamente un país, una empresa, un sindicato.