“Nos imaginamos una universidad que debe repensarse”
En tiempos de incertidumbre y desigualdad, defender la universidad pública es defender el derecho a soñar un futuro más justo para todos.
SOCIAL
GloCal


En el marco del 54° aniversario de la Universidad Nacional de Río Cuarto, GloCal presenta un ciclo especial de entrevistas a referentes clave que reflexionan sobre el vínculo entre universidad, territorio y desarrollo. En esta edición, conversamos con Florencia Granato, secretaria general de la Asociación Gremial Docente (AGD), quien aporta una mirada profunda, humana y comprometida sobre el rol de la universidad pública en un contexto de transformaciones y desafíos.
-¿Cómo fue su recorrido personal y académico dentro de la UNRC, hasta llegar hoy a liderar la AGD?
Más de 30 años en la UNRC. Fui estudiante en los años ’90, ayudante alumna en docencia e investigación, egresada, y desde mediados de 1998, trabajadora docente en carreras de grado e investigación. Hoy soy Profesora Titular exclusiva efectiva. Realicé estancias en el exterior para formación de posgrado en los 2000. He ocupado roles como consejera directiva y superior, participé en el Instituto de Desarrollo Regional y en Secretarías de Ciencia y Técnica de la FCE y de la UNRC, además de otras tareas de gestión. Fui candidata a decana de la FCE y a vicerrectora. Actualmente soy miembro de la Comisión Revisora de Cuentas de ASPURC y, desde 2018, integrante de la Comisión Directiva de AGD, siendo desde 2022 su secretaria general.
-¿Por qué es clave pensar a la universidad como un actor territorial y no como un espacio aislado de saberes?
Hoy, como siempre, pensar a la UNRC como un actor territorial es proyectarla como parte activa y relevante, junto a su comunidad y a las organizaciones sociales, políticas, empresariales y productivas, en la tarea de diseñar y promover una región —y un país, y un mundo— con desarrollo humano sostenible y justo. Una sociedad donde todas las personas puedan vivir vidas dignas y tengan derecho a un futuro prometedor.
-¿Cómo impacta en el sentido mismo del conocimiento cuando, frente al avance del desempleo y la informalidad, la sociedad irrumpe en los claustros universitarios ya no como sujeto de estudio, sino para sobrevivir —vendiendo tortas o pidiendo ayuda?
El sentido del conocimiento, el para qué y para quién se investiga, para qué se participa del proceso educativo y cómo se construyen los vínculos con la sociedad, debe siempre someterse a la mirada de la comunidad toda, a sus necesidades y a las contradicciones de la sociedad en la que vivimos. Por eso, esos sentidos se ven fuertemente tensionados por la realidad. De eso se trata justamente formar parte del sistema educativo y científico-tecnológico nacional público.
-Si las pymes son hoy el principal motor del empleo argentino, ¿cómo puede la universidad acompañarlas sin quedar atrapada en la lógica del mercado ni encerrarse en el mundo académico?
La universidad, a través de sus políticas de docencia, investigación, extensión y vinculación, tiene un deber social y político de acompañar a los sectores productivos generadores de empleo y bienestar —como también a otros sectores de la cultura, la salud, la seguridad, la defensa o la investigación— y de promover debates y tensionar los marcos teóricos y científicos, para dar respuesta a las necesidades de la sociedad. Ese es el sentido de ser universidad pública nacional: ser un actor relevante en la construcción de un presente y un futuro más justo para toda la población, a partir de las funciones sustantivas que la universidad desarrolla.
-¿Qué sucede dentro de la universidad cuando parte del estudiantado y del cuerpo docente adhiere al proyecto político de Javier Milei? ¿Cómo se gestionan esas tensiones?
Las diferencias político-ideológicas son parte constitutiva de nuestra sociedad. Son factores que definen qué modelo de universidad se impulsa en cada momento histórico. Son modelos en pugna que coexisten mientras algo efectivamente acontece. Desde nuestro rol en el sindicato docente, tenemos la obligación democrática de proponer diálogos respetuosos que nos permitan, al menos, debatir sobre nuestra realidad laboral (salarios, condiciones materiales y subjetivas de trabajo) y construir nuestras demandas sectoriales. Pero también impulsamos debates y posicionamientos que trascienden lo sectorial y ponen en cuestión la realidad que nos atraviesa como sociedad.
-En este contexto, se escuchan muchas ideas sobre qué universidad queremos construir: una universidad tecnológica, global, que resista o que renazca desde las ruinas. ¿Cuál es su visión para la universidad que viene y cómo se puede construir?
Nos imaginamos una universidad que debe repensarse. Una universidad que, partiendo de condiciones garantizadas —hoy ausentes— como salarios dignos y presupuesto suficiente para sostener sus funciones esenciales, pueda redefinir sus prioridades educativas, científicas, tecnológicas y de vinculación. Y que, a partir de allí, se comprometa con el desarrollo humano sostenible y justo de la población. Esa redefinición debe tener como premisa que la universidad siga siendo un motor del ascenso social y de las oportunidades de vida digna para las grandes mayorías.