Otras economías posibles
Desde la docencia y la gestión cooperativa, Pablo Martín Tissera impulsa una mirada crítica y transformadora de la economía. Su trayectoria entre el aula y las redes solidarias invita a repensar el desarrollo desde la equidad, la participación y la cooperación.
SOCIAL
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¿Cómo fue tu recorrido personal y académico hasta llegar al cooperativismo como proyecto de vida?
Desde lo personal, lo colectivo siempre ha sido una inquietud que me ha desvelado, en cuanto a la pregunta de cómo podemos, en un sistema que idealiza el individualismo, salir adelante asociativamente. Algo que tomó más fuerza cuando terminé la universidad, donde me recibí de Licenciado en Administración de Empresas (UNRC), pero no por lo académico incorporado —pues el pensamiento único neoliberal en los 90, cuando hice mi carrera, era el dominante—, sino por darme lugar a conocer más la ideología que motivó a mis viejos a dar su vida por una causa.
Es allí donde reconfiguré el sentido de lo aprendido, para volcarlo al desarrollo local, haciendo hincapié en la comunidad organizada, con un fuerte sentido comunitarista antiliberal. En ese marco, el trabajo de mi proyecto de tesis de la Maestría en Desarrollo Local y Gestión Territorial de la UNRC se basó en tres ejes: capital social, desarrollo local y movimiento cooperativo.
Desde tu rol en el Instituto Movilizador, ¿qué papel juegan hoy las federaciones y el banco cooperativo en el desarrollo de una economía social con raíz territorial?
Nuestro rol comercial, financiero y político-institucional es fortalecer todas las entidades de carácter social y pymes de un territorio determinado, brindando servicios financieros desde un modelo de gestión integral. Buscamos no solo llegar con las tasas más bajas del sistema, sino también hacer participar a las y los asociados del banco cooperativo en la propia gestión. Además, llevamos adelante un trabajo institucional con el objetivo de llegar a las y los asociados y al público en general con un mensaje claro: como transmite la Alianza Cooperativa Internacional en el Año Internacional de las Cooperativas, estas ayudan a construir un mundo mejor, con fuerte anclaje territorial.
Con todo ello, intentamos contribuir a la reconstrucción del tejido social como consecuencia de las políticas neoliberales y anarco-capitalistas implementadas en el país.
Y desde la Federación, sumamos a dicha misión el trabajo de integración de todo el movimiento cooperativo, mutual, y de toda la economía social, solidaria, popular y pyme nacional, con la perspectiva del Cooperativismo Transformador, en base al séptimo principio cooperativo: interés por la comunidad. Y agrego: la acción para que los valores de la libertad colectiva, la igualdad en la diversidad, la solidaridad, la equidad distributiva y la democracia participativa sean una realidad que aporte a la transformación social, camino a la construcción de comunidades más libres, igualitarias, justas, inclusivas y solidarias.
¿Qué aportes concretos generan las redes territoriales de Economías Transformadoras? ¿Qué aprendizajes o alianzas resultan claves para su fortalecimiento desde América Latina?
El aporte de la economía social y solidaria para el desarrollo local comunitario es trascendental. Lo podemos analizar desde diferentes planos:
Económico: fortalecen la producción y el trabajo local, favoreciendo la dinamización de las economías locales y regionales. Los excedentes generados se reinvierten localmente, completando la rueda virtuosa: empleo, consumo, producción y reinversión local.
Financiero: los dineros del barrio quedan en manos de las y los asociados del barrio, pues se lo entiende como un servicio para el desarrollo económico y social, y no como fuente de ingresos de la banca.
Social: comprende que el bienestar de la economía solidaria no tiene sentido sin el bienestar de la comunidad toda. Así toma sentido el séptimo principio cooperativo, interés por la comunidad. Por tal motivo, diferentes acciones van en el sentido de promover el desarrollo social de los territorios en diversas materias (educación, salud, seguridad, trabajo, previsional).
Político: hace escuela en la esencia de la participación en un sistema que demoniza la política. Cada acción que lleva adelante la economía social y solidaria debe decidirse colectivamente. La participación en la toma de decisiones de la organización, sumado al interés por la comunidad, es fundamental para la construcción de sociedades más participativas en la gestión de lo público.
Cultural: su aporte es nodal para la transformación social hacia comunidades inclusivas e integradas. Sobre la base de la promoción en la acción cotidiana de cada una de las organizaciones de la economía social y solidaria —hablo de la praxis de la solidaridad, la igualdad, la libertad, la participación, el bien común, el cuidado ambiental— se hace un contrapunto y, por ende, se da la batalla cultural a los principios y valores hegemónicos del sistema capitalista en su fase neoliberal y del nuevo sistema en gestación que podemos denominar tecnofeudal.
Para fortalecer estos espacios desde América Latina se requiere, por un lado, ponerlos en valor hacia la comunidad, con un rol protagónico de los Estados-Nación, quienes deben actuar de modo articulado, con claras políticas de promoción y fomento de las economías sociales y solidarias. Cuando hablamos del sexto principio cooperativo —cooperación entre cooperativas—, lo debemos llevar al plano de los Estados, y hablar de cooperación entre Estados-Nación latinoamericanos. Debemos trabajar fuerte en la integración al estilo Mercosur, CELAC, UNASUR, pero con una fuerte impronta de gestionar la visibilización y fortalecimiento del sector.
La articulación del sector de la economía social y solidaria para el desarrollo local comunitario no alcanza por sí sola. Para ello, se deben tejer alianzas estratégicas con los Estados locales, provinciales, nacionales y latinoamericanos.
¿Cómo se puede sostener una lógica solidaria en un contexto cada vez más competitivo, desigual y digitalizado? ¿Qué condiciones hacen posible combinar cooperación y eficiencia?
Los desafíos parten de que las y los integrantes de las organizaciones de la economía social y solidaria tengan:
Constancia ante las adversidades.
● Convicción ante los valores hegemónicos.
● Interés por la comunidad en materia económica, social, política y cultural.
● Planificación de acciones basadas en la eficiencia y la eficacia.
● Articulación intra e inter-organizaciones.
● Alianzas con los Estados.
Caminar hacia articulaciones intra e inter-organizaciones de la economía social y solidaria que vayan en el sentido de la integración, sin dejar de lado a otras fuerzas vivas locales que tienen la misma misión.
Caminar hacia alianzas estratégicas con los Estados locales, provinciales, nacionales y latinoamericanos que promuevan y fomenten, mediante políticas públicas con un marco jurídico acorde, a este espacio.
Es posible construir cooperación con eficiencia. Es posible ser democráticos y eficientes a la vez. Sin ir más lejos, el Banco Cooperativo Credicoop es un ejemplo de ello: es el quinto banco del sistema dentro del sector privado, el cuarto banco en cantidad de filiales a lo largo y ancho de nuestro país, con 276 sedes, manteniéndose ante las adversidades que representaron las dictaduras cívico-militares, y que hoy representan los gobiernos neoliberales y anarco-capitalistas.
¿Cómo lo logra? Con la convicción de que es posible, sumado a la decisión de llevarlo adelante de modo participativo, en el marco de un modelo de gestión integral, donde se combina hacer lo mejor en materia comercial-financiera con militar con fuerte convicción los principios y valores de la solidaridad para el desarrollo local comunitario.



