Otro banco es posible.
Con el ingreso de Colombia al banco de desarrollo de los BRICS, se consolida una arquitectura financiera alternativa al FMI. América Latina comienza a mirar al Sur para planificar su desarrollo con soberanía, lejos de las recetas del Norte.
SOCIAL
GloCal


La confirmación del ingreso de Colombia al Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS no es una noticia menor. Marca un punto de inflexión en la política exterior del país y plantea un horizonte más amplio para América Latina. Lo anunció Dilma Rousseff, presidenta del banco, en el Foro Económico de San Petersburgo, y rápidamente se interpretó como algo más que un simple movimiento financiero: se trata de una declaración geopolítica.
El dato es concreto: Colombia suscribirá 5.125 acciones por un valor de 512 millones de dólares. A cambio, entra a una institución que —a diferencia del FMI o el Banco Mundial— no impone condicionalidades políticas y prioriza el financiamiento de obras de infraestructura, transición energética, salud y agua. Pero el trasfondo es mucho más complejo: por primera vez, un país históricamente alineado a la órbita de Washington se integra formalmente a la arquitectura financiera del Sur global.
No es una ruptura, sino una apertura. Y esa diferencia es clave. El gobierno de Gustavo Petro ha sabido navegar con inteligencia las nuevas corrientes del orden multipolar. La entrada al NBD, junto con su reciente adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, dibuja una estrategia que, sin confrontar directamente con Estados Unidos, busca ampliar márgenes de maniobra y acceder a alternativas más justas de financiamiento.
Esto es parte de un proceso más profundo: una búsqueda de autonomía relativa que recupere capacidades estatales para planificar el desarrollo y evadir la tensión bélica que provoca la agenda de las principales potencias. No se trata solo de buscar nuevos créditos, sino de alinear recursos con un proyecto productivo soberano, ambientalmente sustentable y con justicia social.
Para la región, la decisión colombiana sienta un precedente. No solo porque rompe el aislamiento latinoamericano respecto del BRICS+, sino porque muestra que es posible entrar a jugar en otras ligas sin renunciar a los compromisos multilaterales tradicionales. En un contexto donde Brasil, Colombia y México exploran con mayor o menor profundidad una agenda autónoma, contrasta fuertemente el caso argentino: su alineamiento automático con Estados Unidos y su renuncia explícita a ingresar a los BRICS han implicado una pérdida real de soberanía financiera, limitando sus herramientas de negociación en un mundo que avanza hacia conflictos de escala global.
El desafío será sostener esta apertura sin quedar atrapados en nuevas dependencias. Pero si el Sur global requiere dejar de ser solo una categoría geográfica para convertirse en una comunidad política, decisiones como la de Colombia marcan el rumbo. El NBD no es el final de ese camino. Es apenas el inicio.