Outfit sin empleo
La crisis textil pega de lleno en la confección: caen ventas, producción y empleo, mientras el consumo se derrumba y las pymes agonizan. Pro Tejer alerta por la destrucción del entramado productivo.
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GloCAl


“Somos el chivo expiatorio de todo el entramado industrial”. Así lo denuncia la Fundación Pro Tejer en su último documento, donde señala que la cadena agrotextil e indumentaria atraviesa una crisis estructural que no es nueva, pero que en 2025 se volvió terminal. La caída del poder adquisitivo, la apreciación del tipo de cambio y la invasión de productos importados impactan de lleno en un sector que, aunque muchas veces subestimado, es uno de los mayores generadores de empleo industrial del país.
El informe de coyuntura del primer trimestre de 2025 es elocuente: 6 de cada 10 empresas textiles redujeron su plantilla de personal desde fines de 2023 y 3 de cada 10 realizaron despidos. El 72% tomó medidas que afectaron negativamente al empleo. La confección es el eslabón más golpeado. “Es un consumo postergable frente a alimentos, salud o servicios”, señala el informe.
No se trata sólo de empleo. También se frena la inversión: 8 de cada 10 empresas no realizaron ni planifican inversiones este año. Y el futuro inmediato no trae alivio: 4 de cada 10 firmas creen que la situación empeorará en lo que queda del año. El resto apenas se esperanza con que todo siga igual.
Luciano Galfione, presidente de Pro Tejer, insiste en que “la industria textil es un pilar clave para enfrentar los problemas estructurales del país: genera empleo federal, promueve el agregado de valor, incorpora innovación y refuerza la soberanía productiva”. Pero para eso, necesita políticas.
La Fundación propone una batería de medidas para revertir la tendencia: reforma tributaria que alivie a la producción (84% de las empresas la consideran urgente), control de la competencia desleal (54%) y corrección del tipo de cambio (38%). Mientras tanto, las PyMEs del sector —que representan el 60% del entramado— luchan por sobrevivir, sin crédito ni ventas.
Detrás de cada prenda en oferta hay una fábrica menos. El “outfit” barato puede esconder una trama de desempleo. La moda, sin industria nacional, se queda sin costura social. Y el país, sin trabajo.