¿Quién elige la escuela técnica? La construcción del sentido en la formación
Muchos llegan a la educación técnica por inercia, por tradición familiar o por cercanía. Pocos lo hacen con una decisión vocacional clara. Este hallazgo, lejos de ser anecdótico, plantea un desafío profundo para el sistema formativo y para el sector productivo que reclama técnicos comprometidos y calificados.
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Muchos llegan a la educación técnica por inercia, por tradición familiar o por cercanía. Pocos lo hacen con una decisión vocacional clara. Este hallazgo, lejos de ser anecdótico, plantea un desafío profundo para el sistema formativo y para el sector productivo que reclama técnicos comprometidos y calificados.
En el imaginario colectivo, la escuela técnica aún conserva cierto prestigio asociado al trabajo, al esfuerzo y al saber hacer. Pero cuando se escuchan las voces de quienes hoy transitan esos pasillos, la imagen se vuelve más compleja. Según el estudio cualitativo que dio origen al libro Educación y Mercado de Trabajo, más del 50% de los estudiantes que cursan el ciclo orientado no eligieron esa modalidad por decisión propia. La orientación técnica aparece, en muchos casos, como una elección condicionada: “mi papá es tornero”, “queda cerca de casa”, “me anotó mi mamá”, son respuestas que se repiten.
Este dato, aunque a simple vista puede parecer menor, es central. La falta de una elección consciente y con sentido vocacional impacta directamente en la motivación, la permanencia, el compromiso con la formación y, en última instancia, en la disposición real para ingresar al mercado laboral industrial.
Las entrevistas realizadas a estudiantes de tercer y séptimo año de escuelas técnicas de Río Cuarto revelan una relación ambigua con la institución. Por un lado, reconocen el valor del taller como espacio de aprendizaje práctico y útil. Por otro, muchos manifiestan desconexión con los contenidos teóricos, escasa comprensión del perfil profesional que están desarrollando, y una débil identificación con el sector productivo al que, en teoría, deberían ingresar.
Uno de los estudiantes entrevistados lo resume con claridad: “Estoy en la técnica porque mi papá fue acá, pero yo quiero hacer otra cosa. A mí me gusta el diseño, capaz estudio algo de eso más adelante.”
Este tipo de declaraciones no implican una crítica a la escuela técnica como institución, sino una alerta: la formación técnica no garantiza por sí sola la continuidad en trayectorias vinculadas al trabajo industrial. Hace falta algo más: construcción de sentido.
Una cuestión de orientación y acompañamiento
La ausencia de decisiones vocacionales claras no es responsabilidad exclusiva de los jóvenes. Es el resultado de múltiples factores: escasa orientación profesional en los niveles iniciales, información limitada sobre las ofertas formativas, presiones familiares, y una falta de articulación entre escuela y mundo del trabajo.
Frente a este panorama, el sistema educativo y el sector empresarial tienen un desafío compartido: crear dispositivos de acompañamiento que permitan a los estudiantes reconocer y resignificar su elección técnica como una oportunidad real de desarrollo.
Esto implica ofrecer experiencias concretas: visitas a fábricas, charlas con profesionales, pasantías bien diseñadas, mentorías, tutorías y presencia activa de referentes productivos en la escuela. Pero también implica revisar los mensajes que desde la industria transmitimos: ¿mostramos entusiasmo por el oficio? ¿Transmitimos orgullo por la producción local? ¿O seguimos hablando de la industria con una nostalgia que poco seduce a las nuevas generaciones?
El sentido construye futuro
Los estudiantes técnicos no están desmotivados ni desconectados por naturaleza. Lo que muestran los datos del estudio es que muchos aún no han tenido la oportunidad de encontrarle sentido a lo que hacen. Y cuando no hay sentido, difícilmente haya compromiso.
Por eso, esta columna no busca señalar culpables, sino abrir un debate necesario: ¿cómo podemos contribuir, desde todos los sectores, a que la educación técnica vuelva a ser una elección con deseo, con horizonte y con identidad?
La industria necesita técnicos. Pero los técnicos necesitan algo más que máquinas: necesitan proyectos de vida.