Rojo con Brasil y China
Argentina atraviesa tensiones crecientes en su comercio exterior con Brasil y China: el fuerte ritmo importador y la creciente dependencia energética neutralizan un superávit general que se reduce a la mitad.
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En la primera mitad del año, Argentina comenzó a sentir con fuerza cómo su balanza comercial se desdibujaba frente a sus dos mayores socios: Brasil y China. Entre enero y julio, el comercio bilateral con ambos países ya muestra una clara tendencia desfavorable.
El superávit que se había sostenido en gran parte gracias a la producción energética de Vaca Muerta está quedando cada vez más aislado. En el resto del comercio, especialmente más allá de lo energético, el país ya registra un déficit perceptible. Esto marca una clara señal de alerta: el crecimiento importador está ganando terreno sin que las exportaciones alcancen a contrarrestar esa presión.
El comercio con Brasil, hasta hace poco una fuente de ingresos netos para nuestro país, se ha transformado en una preocupación. En julio, el déficit con el socio regional alcanzó un nivel que no se veía en años, impulsado por una demanda interna que se refleja en un salto notable de importaciones.
Mientras tanto, el intercambio con China refuerza esta tendencia. Argentina exporta menos y compra más: desde productos intermedios hasta bienes de capital llegan en volumen creciente, generando una corriente de salida de divisas que ya pesa en la balanza. En ese contexto, la dependencia energética y exportadora no logra compensar el avance importador.
Este desequilibrio no es meramente contable: impacta directamente en las reservas del Banco Central y complica las metas del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El superávit proyectado para este año quedó traccionado por la energía, pero el resto del comercio exterior claramente jaló en sentido inverso.
El panorama plantea un dilema estratégico. Argentina necesita diversificar su canasta exportadora y fortalecer la competitividad de sectores que hoy pierden terreno frente a la importación de productos industriales y de consumo. La energía aparece como el único sostén de la balanza, pero el resto del comercio muestra fragilidades que exponen la vulnerabilidad de la economía nacional.
El rojo con Brasil y China, que explica buena parte de la tensión actual, obliga a repensar la política comercial y el vínculo con ambos socios. Sin medidas de estímulo a las exportaciones y un control más equilibrado de las importaciones, el superávit que todavía queda en pie corre riesgo de diluirse en los próximos meses.