Socios comerciales
El nuevo informe de ABECEB confirmó que China desplazó a Brasil como principal socio comercial de Argentina. Detrás del dato económico se esconde una reconfiguración geopolítica que redefine el mapa del comercio exterior y los desafíos de la inserción argentina en un mundo multipolar.
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Cuando una estadística cambia, también lo hace el orden del tablero. El informe de la consultora ABECEB reveló que China se convirtió en septiembre en el principal socio comercial de Argentina, desplazando a Brasil por primera vez en dos décadas. No es un movimiento casual: responde a una transformación profunda del comercio mundial, donde Asia se consolida como el centro gravitacional de la demanda global y América del Sur como su proveedor estratégico de alimentos, minerales y energía.
El crecimiento interanual del 200% en las exportaciones hacia China, impulsado por la soja y los subproductos agroindustriales, muestra un patrón conocido: Argentina exporta recursos primarios e importa manufacturas, maquinaria y bienes tecnológicos. Sin embargo, la novedad no es solo el volumen, sino la dirección. El vínculo con China se afianza mientras el Mercosur se debilita y los flujos comerciales con Brasil se desaceleran. Esto plantea un dilema para la política exterior: cómo mantener la integración regional sin resignar oportunidades en el eje Asia-Pacífico.
Desde una perspectiva geoeconómica, el desplazamiento tiene implicancias simbólicas y estratégicas. Argentina, aun con un discurso occidentalista, mantiene su comercio real anclado en Oriente. En un contexto donde la economía mundial se organiza en torno a bloques tecnológicos y cadenas de suministro globales, la capacidad de articular con China será decisiva para acceder a financiamiento, innovación e infraestructura. Pero también implica riesgos: dependencia de commodities, vulnerabilidad ante las fluctuaciones de precios y tensiones geopolíticas entre Washington y Pekín.
El dato de ABECEB no debería leerse como una anomalía coyuntural, sino como una señal estructural del siglo XXI. El comercio argentino refleja la misma bifurcación que atraviesa a América Latina: la tensión entre la lógica productiva regional y la atracción de los polos globales. China no solo compra más, también invierte, financia y define estándares tecnológicos. Ante ese escenario, la pregunta ya no es si debemos comerciar con China, sino cómo hacerlo de manera inteligente, preservando el desarrollo industrial, la soberanía tecnológica y la cooperación regional.
Porque los socios comerciales cambian, pero las estrategias nacionales no deberían quedar a la deriva de las estadísticas.
