Soñar Universidad

La Universidad Nacional de Río Cuarto cumplió 54 años.El acto de este martes no fue solo una celebración: fue una afirmación colectiva de algo que aún late, a pesar de los embates.

SOCIAL

GloCal

La Universidad Nacional de Río Cuarto cumplió 54 años. Y como en todo cumpleaños, hubo festejo, recuerdos, música, abrazos. Pero también, una pausa para mirar alrededor y preguntarse qué estamos haciendo con lo que supimos construir. El acto de este martes no fue solo una celebración: fue una afirmación colectiva de algo que aún late, a pesar de los embates. Porque si hay algo que persiste frente al ajuste, es aquello que está verdaderamente arraigado. Lo que no puede recortarse sin dejar una herida profunda.

En tiempos donde la motosierra parece ser la única herramienta de política pública, el aniversario de la UNRC aparece como una oportunidad para repensar qué universidad necesita hoy el sur de Córdoba. Desde GloCal, proponemos mirar más allá del evento conmemorativo. No para idealizar la institución, sino desde un posicionamiento ético, epistémico y político situado, que por más que sea incomodo es necesario, frente a una sociedad que exige más que mera supervivencia. Una universidad que no solo resista, sino que se repiense a fondo.

Territorio

La UNRC nació para transformar un territorio. Fue el fruto de una lucha social que entendió que sin universidad no hay desarrollo ni ciudadanía plena. Ese vínculo fundacional con el sur provincial no puede quedar reducido a una consigna de ocasión: debe ser una guía permanente para las decisiones. Y es ahí donde surgen las tensiones. ¿Cuán cerca está hoy la universidad de las problemáticas reales de su región? ¿Cuánto escucha y cuánto propone? El arraigo no depende solo de una gestión ni se resuelve con más o menos presupuesto: es una actitud cotidiana de cada integrante de la comunidad universitaria —estudiantes, docentes, personal de apoyo, graduados—, en definitiva, de todos los que forman parte de un proyecto colectivo de aprendizaje y transformación. Territorializar no es descentralizar estructuras ni replicar lógicas burocráticas: es estar presente, dar respuestas, construir proyectos que articulen saberes académicos con las demandas sociales concretas. Es comprometerse, con hechos, con lo que pasa fuera del aula.

Desarrollo

Hablar de desarrollo en el ámbito universitario es preguntarnos qué futuro queremos construir. No se trata solo de formar profesionales, sino de formar ciudadanos capaces de comprometerse con su tiempo y su territorio. No basta con investigar para publicar; es necesario investigar para resolver desafíos concretos que afectan la vida de las comunidades. No alcanza con administrar recursos: hace falta orientarlos estratégicamente hacia donde puedan generar mayor impacto social y productivo. Defender el financiamiento universitario es un acto de justicia y de visión de país. Pero también es imprescindible fortalecer la capacidad de transformar esos recursos en bienestar, innovación y oportunidades reales. El desarrollo no llega únicamente con más presupuesto: llega cuando el conocimiento se convierte en motor de progreso, inclusión y sustentabilidad para toda la sociedad.

Producción

Una universidad sin vínculo con la producción es una universidad sin músculo. No se trata de convertirla en una prestadora de servicios para el mercado, sino de entender que existe un espacio fértil entre la investigación y la industria, entre el aula y el taller, entre el laboratorio y el territorio. Para que ese cruce sea fructífero, es indispensable fortalecer la institucionalidad que permita una verdadera sinergia público-privada, capaz de alinear esfuerzos, potenciar capacidades y construir proyectos de desarrollo sostenibles en el tiempo. Hoy, muchas de las oportunidades que puede ofrecer la UNRC para generar empleo genuino, innovación con impacto, soberanía tecnológica y sostenibilidad ambiental dependen de esa articulación madura y estratégica.

Sin embargo, no puede ignorarse que la sociedad también observa con atención las fracturas internas de la política universitaria y las tensiones que han quedado expuestas en experiencias de vinculación que no lograron sostenerse con la transparencia necesaria. Frente a esta realidad, es urgente refundar la relación entre la universidad, el sector productivo y la propia comunidad académica, sobre bases de confianza, ética pública y compromiso mutuo. Solo así podrán resurgir oportunidades genuinas de articulación que generen valor agregado, fortalezcan el tejido empresarial local y contribuyan al desarrollo social con legitimidad y credibilidad renovadas. La universidad debe ser, nuevamente, un puente confiable entre el conocimiento y la vida real de su región.

Soñar universidad

Soñar universidad no es volver al pasado ni negarse al cambio. Es recordar por qué nació y para quiénes trabaja. Es entender que en este momento político, donde todo parece susceptible de ser desmontado, lo que verdaderamente importa es aquello que no se puede eliminar sin perder algo esencial. La UNRC no es perfecta. Pero es necesaria. Lo es por sus estudiantes, por sus docentes, por sus trabajadores, pero también —y sobre todo— por lo que representa: la posibilidad de que una comunidad se piense a sí misma con herramientas propias.

La defensa de la universidad pública no es un acto de resistencia nostálgica. Es una construcción presente, exigente, inconformista. Y, si se quiere, profundamente democrática. Porque implica reconocer errores, corregir desvíos y, al mismo tiempo, sostener lo irrenunciable. En este aniversario, más que celebrarla, vale preguntarse: ¿qué universidad necesitamos para lo que viene? ¿Y qué estamos dispuestos a hacer, desde dentro y desde fuera, para que ese sueño no se convierta en un lujo del pasado?