Tendencias globales y mercados laborales.
Transformaciones tecnológicas, reversión de la globalización, cambio climático y envejecimiento poblacional redefinen el futuro del trabajo. El informe de CEPAL llama a pensar la inclusión laboral como política estratégica frente a un escenario incierto y desigual.
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Los mercados de trabajo en América Latina ya eran desiguales antes de la pandemia. Pero las grandes tendencias globales de los últimos años —aceleradas por las crisis superpuestas— amenazan con ensanchar aún más las brechas. En el informe Desigualdades, inclusión laboral y futuro del trabajo en América Latina, Jürgen Weller advierte que los grupos históricamente vulnerados —mujeres, jóvenes, afrodescendientes, pueblos indígenas y migrantes— son quienes enfrentan mayores obstáculos para acceder a empleos dignos, y quienes más sufrirán si no se diseñan respuestas a la altura del contexto.
Cuatro fuerzas están redefiniendo la dinámica del empleo en la región. La primera es la transformación de la globalización: la ralentización del comercio mundial, el debilitamiento del multilateralismo y la relocalización de cadenas productivas configuran un nuevo mapa de riesgos y oportunidades. Países como México y Costa Rica podrían beneficiarse del nearshoring, pero sin políticas activas de desarrollo productivo, los impactos serán marginales.
La segunda es la revolución tecnológica. La automatización, la digitalización y el avance de la inteligencia artificial están reconfigurando los perfiles laborales requeridos. Quienes no accedan a educación de calidad y actualización continua quedarán rezagados, perpetuando una matriz de exclusión.
La tercera es el cambio demográfico. Con una población que envejece rápidamente, se multiplican los desafíos para los sistemas previsionales y la sostenibilidad de los mercados laborales. La informalidad masiva pone en riesgo el derecho a una jubilación digna, y la transición escuela-trabajo sigue siendo larga y desigual.
La cuarta es la crisis climática, que obliga a repensar sectores enteros de la economía. La transición energética puede ser una oportunidad para generar nuevos empleos, pero solo si se hace de manera justa e inclusiva.
Según Weller, “los problemas de inclusión social y laboral están estrechamente relacionados con los elevados niveles de desigualdad y la transmisión intergeneracional de la falta de acceso a diferentes tipos de recursos y oportunidades” (CEPAL, 2023, p. 24). Por eso, urge transformar el modo en que se organiza la producción, se forman las competencias y se garantizan los derechos.
La inclusión laboral no es un resultado, sino un punto de partida. Y es, además, una brújula para repensar el desarrollo.