Trazas para el desarrollo
Innovación abierta y redes de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI): claves para el desarrollo territorial
SOCIAL
Mary Borghi y Andrea Bianchi


En un contexto donde el cambio tecnológico avanza a ritmo exponencial y los desafíos productivos son cada vez más complejos, las soluciones ya no se encuentran puertas adentro. La innovación abierta y la construcción de redes colaborativas entre empresas, instituciones científicas, gobiernos y actores sociales se han vuelto condiciones necesarias para el desarrollo competitivo y sostenible de los ecosistemas regionales.
Hoy, los territorios que logran posicionarse mejor no son necesariamente los que más recursos concentran, sino aquellos que saben colaborar, compartir conocimiento y construir estrategias colectivas de innovación.
Dos enfoques están redefiniendo el desarrollo territorial en este nuevo escenario: la innovación abierta y las redes de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI). Ambos parten de una misma convicción: que el conocimiento, para ser valioso, debe circular; que la creatividad necesita de la interacción para desarrollarse; y que los desafíos complejos solo pueden abordarse con respuestas compartidas.
Redes CTI: conocimiento que se articula y se transforma
Las redes de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) ofrecen un marco privilegiado para esta articulación. Lejos de ser solo estructuras formales, funcionan como ecosistemas dinámicos que conectan capacidades, generan proyectos conjuntos, y permiten traducir conocimiento en soluciones reales. Así lo demuestran numerosas experiencias en Argentina y el mundo, donde la articulación público-privada y el trabajo interdisciplinario han potenciado sectores productivos, impulsado nuevos emprendimientos y generado transformaciones sociales profundas.
Desde nuestra experiencia en Fundación CIDETER y en la coordinación del Clúster Empresarial CIDETER de la Maquinaria Agrícola (CECMA), fuimos testigo de cómo la construcción de vínculos sólidos entre empresas, universidades, organismos públicos y centros tecnológicos no solo favorece la transferencia de conocimiento, sino que permite anticipar tendencias, resolver desafíos comunes y construir agendas compartidas de innovación.
En territorios como Las Parejas y su región de influencia, estas sinergias han sido clave para sostener la competitividad en un sector tan estratégico como la maquinaria agrícola.
Un caso ejemplar es el de la Red de Ciencia, Tecnología e Innovación de Rafaela y la Región (RedCTeI). Allí, el trabajo articulado permitió mapear capacidades locales, impulsar proyectos vinculados a la Industria 4.0 y, sobre todo, consolidar una cultura de colaboración que trasciende gestiones. La innovación abierta fue el principio rector: se rompieron barreras entre instituciones, se promovió la circulación de ideas y se apostó por construir soluciones a partir de la inteligencia colectiva.
Innovación abierta: romper muros para abrir posibilidades
En este tipo de redes, la innovación no se entiende solo como la creación de productos o servicios nuevos, sino como un proceso social y colaborativo que incluye la mejora continua, el aprendizaje compartido y la transformación organizacional. La innovación abierta se convierte, así, en una estrategia que reconoce que nadie innova solo, y que el valor surge del diálogo constante entre saberes diversos.
Este paradigma habilita nuevas formas de colaboración con universidades, startups, institutos tecnológicos, emprendedores, e incluso con antiguos competidores. El resultado: procesos más ágiles, soluciones más creativas, menor riesgo y mejor adaptación a escenarios cambiantes.
Por eso, resulta fundamental seguir promoviendo espacios donde confluyan empresas con necesidades tecnológicas, universidades con capacidades científicas, gobiernos con políticas públicas activas y organizaciones intermedias con capacidad de articulación. Las redes de CTI bien gestionadas permiten reducir la distancia entre la investigación y la producción, alinear agendas de desarrollo y fortalecer el entramado institucional y productivo de cada territorio.
En Argentina, aunque aún en etapa de expansión, ya hay experiencias alentadoras. Empresas que lanzan desafíos tecnológicos abiertos, pymes que trabajan junto a equipos de investigación para resolver cuellos de botella productivos, gobiernos locales que impulsan plataformas de innovación compartida.
Colaborar para competir
Construir redes de CTI y fomentar la innovación abierta no es un desafío únicamente técnico: es un cambio cultural, estratégico y político. Implica derribar barreras institucionales, tender puentes entre saberes distintos, sostener procesos a largo plazo y —quizás lo más difícil— generar confianza entre actores con trayectorias y lógicas diferentes.
Las regiones que logren consolidar estos espacios colaborativos estarán mejor preparadas para enfrentar la incertidumbre, aprovechar su capital humano y tecnológico, y generar un desarrollo más equitativo, resiliente y sostenible.
Innovar, hoy, es colaborar. Y colaborar no es solo sumar esfuerzos: es construir propósito común, compartir riesgos, y transformar el conocimiento en valor para las comunidades.

