Una universidad territorializada. El desafío de habitar y construir ciudad desde el conocimiento.
La relación entre el conocimiento, la producción y el empleo es fundamental para el desarrollo de cualquier ciudad.


La relación entre el conocimiento, la producción y el empleo es fundamental para el desarrollo de cualquier ciudad. Sin embargo, muchas veces la universidad permanece desconectada del mundo del trabajo y la industria, desaprovechando su enorme potencial como motor del crecimiento.
Más allá de ser un centro de formación, la universidad es un espacio productivo donde se genera conocimiento, tecnología e innovación. Una ciudad inteligente no puede permitirse esta desconexión. Es crucial que las universidades se integren al ecosistema productivo, funcionando como centros de investigación aplicada, incubadoras de empresas y nodos de transferencia tecnológica. Para lograrlo, los polos científicos y tecnológicos deben vincularse con los parques industriales, el sector agroindustrial y las economías regionales, impulsando empleo de calidad y fortaleciendo la competitividad local.
La extensión universitaria no debe limitarse a cursos básicos ni la academia enfocarse solo en posgrados abstractos. Profesionalizar mandos medios y trabajar en estrecha colaboración con pymes y productores es clave para desarrollar una educación situada, como bien plantean los pedagogos. Toda esta interacción ocurre en el territorio y un ejemplo claro es el trabajo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que bajo un enfoque activo, visita fábricas, atiende consultas en el sector productivo y articula una vasta red de apoyo a la industria. ¿Cómo podemos mejorar y replicar estas experiencias en una universidad comprometida con la producción?
Cuando esta articulación no sucede, las ciudades enfrentan un problema grave: la fuga de talentos. Jóvenes formados en ingeniería, biotecnología o programación deben emigrar en busca de oportunidades, mientras las industrias locales carecen de personal capacitado para innovar. Para evitar este desbalance, es fundamental estrechar los vínculos entre la universidad y la economía real, promoviendo inversiones en desarrollo tecnológico y emprendimientos de base científica.
No debemos temer a la iniciativa público-privada cuando esta se orienta al desarrollo y se gestiona con transparencia y compromiso social. Para ello, es necesario superar prejuicios y establecer marcos institucionales más eficientes.
Una ciudad que no aprovecha su capital humano se estanca. Pero una que lo potencia se convierte en un polo de innovación y empleo, asegurando un futuro sostenible y competitivo.