Universidad, patentes y territorio

La UNRC celebra su liderazgo nacional en patentamiento. Sin embargo, en una ciudad con pobreza estructural y empleo precario, el desafío es articular conocimiento e inclusión. La ciencia debe generar competitividad, pero también desarrollo territorial y bienestar social compartido.

SOCIAL

GloCal

Un podio científico en una ciudad desigual

La Universidad Nacional de Río Cuarto se ubica entre las tres universidades argentinas con mayor número de familias de patentes. Con un 9,3 % de participación nacional y más de 60 desarrollos registrados, la UNRC consolida su rol en innovación y transferencia. Sus patentes abarcan campos tan diversos como biotecnología, máquinas especiales, química molecular y tecnología médica.

Este reconocimiento sitúa a una universidad del interior en la élite científica del país. Pero también abre una pregunta que trasciende el orgullo institucional: ¿qué relación existe entre este avance científico y la realidad económica y social del territorio que la rodea?

Investigar para transformar

La producción de patentes no debe verse como una contradicción con el espíritu público de la universidad, sino como una oportunidad para fortalecer la soberanía tecnológica y la generación de bienes públicos basados en conocimiento. Las patentes son una muestra de capacidad científica y un vehículo potencial de desarrollo.

El desafío, sin embargo, es lograr que esos bienes privados —invenciones, procesos, tecnologías— produzcan efectos públicos: empleo de calidad, diversificación productiva, encadenamientos con pymes y dinamismo territorial. Para eso, la universidad necesita consolidar modelos flexibles de incubación, transferencia e innovación abierta, que faciliten el paso del laboratorio a la industria sin romper la conexión con el interés colectivo.

El conocimiento, por su naturaleza expansiva, adquiere mayor valor cuando se comparte y se reinvierte. Por eso, parte de la riqueza que el mercado genera a partir de la ciencia pública debería volver a fortalecer los sistemas de investigación y educación que lo hicieron posible. Solo así puede construirse una competitividad sistémica, donde la innovación privada retroalimente al bien común y el desarrollo se mida no solo por rentabilidad, sino también por cohesión social y sostenibilidad.

En ese equilibrio entre lo público y lo privado, la universidad cumple su misión más profunda: investigar para transformar, integrando el saber científico con el destino productivo y social de su territorio.

Ciencia y territorio

Río Cuarto es, como describió GloCal, una “ciudad de servicios con pobreza estructural”. Más de la mitad de los hogares enfrentan privaciones múltiples y la base económica se concentra en actividades de baja productividad. En ese contexto, el desafío de la UNRC no radica solo en registrar inventos, sino en fortalecer las capacidades territoriales que vinculan conocimiento, innovación y desarrollo.

Convertir el saber en bienestar implica articular la investigación con el tejido económico y social: sumar valor a la producción local, mejorar la calidad del empleo y diversificar la estructura productiva. La competitividad, entendida de manera integral, no se mide por la cantidad de patentes o publicaciones, sino por la capacidad de una sociedad para transformar conocimiento en oportunidades sostenibles.

Las patentes son un logro institucional que nos alegra y enorgullece, pero su sentido más profundo aparece cuando se insertan en una estrategia de desarrollo que combine ciencia, educación y políticas productivas. En una ciudad donde el talento convive con la desigualdad, la universidad puede ser el puente que una esos mundos: transformar innovación en inclusión y conocimiento en bienestar compartido. Porque investigar no es solo descubrir, sino hacer posible un futuro común.